Soy un mentiroso. Te he mentido constantemente. Y no puedo negarlo. Cada beso, cada abrazo. Cada caricia. Cada suspiro. Cada una
de las cosas que nos hemos hecho, y dicho, tienen un sentido escondido. Cada
sueño que hemos tenido tuvo un segundo sentido de ser. Engañándose a sí mismo
para engañarnos a nosotros. Siempre lo he sabido, y así ha sido desde que tus
labios se cruzaron con los míos. Desde que tus ojos marcaron mi camino, y desde
que tu cuerpo se estremeció, junto al mío, en una mentira constante y
llamativa.
Cada caricia nos ocultaba la verdad. Una verdad que
merecíamos saber. Como cuando mis manos se paseaban por tus cabellos. No
buscaba hacerte una trenza en el cabello con mis dedos callosos, hacerte un
cariño en el cabello. Buscaba, intencionalmente, perder mi mano en tu
cabellera, oscura y negra, como las noches que me acompañaron hasta que te
conocí, para acercarme más a ti, y entre segundo y segundo, robarle un beso a
tus secretos y probar el azúcar de tus labios delgados. Que tanto cortaban con
su filo las cuerdas de mi autocontrol.
Y entre besos y besos seguía mintiéndole a tu ser. No
pretendía solo complacer con mis besos. No quería solo dejarte una marca en la
costura de tu sonrisa, o robarte una sonrisa luego de que un suspiro escapara
de mi boca a tu boca. Pretendía, con fervor, enamorar tus besos de hada y
enloquecer tu cordura con una mordida, para que no pudieses escapar de mis
palabras cada vez que paseara mi lenguaje por tu oreja, y le contara a tus silencios
el encuentro que tendría con tu cuerpo, más de una vez. Mi intención nuca fue
besarte los labios, sino todo tu ser.
Y cuando la luna acercaba su cara a nuestra ventana, no
pretendía esconder tu cuerpo de su brillo, ni cuidar tus sueños de las pesadillas
pasajeras. Siempre, todas las veces, pretendía meterme en tu mente y hacer que
soñaras conmigo. No importaba lo difícil que fuese, era la única manera. La
única forma de entrar a tu onírica y perderme entre tus conversaciones con
Morfeo. Hacerte creer que cuidaba tus sueños, pero quién habrá sido ese que
dijo que la moneda no cae siempre del lado que quieres. Vaya que te metiste en
mis sueños mientras cuidaba los tuyos.
Mi plan me salió mal, y terminé de la manera que más quise,
a pesar de haber fallado de una manera tan épica. Por acariciar con suavidad
esa cabellera, terminé perdido entre tus hilos, deleitado por tu perfume. Y por
nunca querer darte un simple beso, por eso, terminé enamorado del sabor dulce
de tus labios. Y por querer hacer que tus sueños fuesen conmigo, te volviste mi
sueño más grande. Te llevaste las horas de descanso, y los días que han pasado,
para volverte mi tiempo y mi espacio, y las fechas importantes de mi
calendario.
Pero al menos, cuando duermes, lentamente recupero mi mente,
recuerdo recuerdos distantes y atesoro cada luna viajera que pasa por el cielo,
mirando a tu cara de luna, celando a un astro como el que soy yo rodeando tu
cuerpo de hada, en el espacio que ocupamos en el mundo de sueños que parece
abrazarme cada día que despierto y veo que mi realidad es otra manera de mis
sueños. De mis deseos. De todo lo que ha acontecido desde que he sido, y hemos
sido, el presente de cada día que despertamos. Y tu mirada, el mejor presente
del presente.
Mi intención era enamorarte, y ahora me ves, enamorado de
todo de ti.