lunes, 28 de abril de 2014

Tierra de nadie.

Y a más tardar, al parecer, en la línea final, lo logré. Crucé donde no debía cruzar y pasó lo que no tenía que pasar. Pasamos los dos. Pasó lo que fue. Lo que pasaría también pasó y el eterno silencio del sendero del olvido se rompió con un ruido de cristal siendo destrozado por el suelo. Siendo azotado por sus baldosas blancas y negras por las cuales he pasado mil y una vez, y en silencio, pero que no me molesto en aprender. A cada paso que doy suena el crujir de sus cristales. A cada paso que doy esclarezco más las dudas que alguna vez tuve y que me hicieron entrar en mi mente a pensar y pensar y que no dejo de pensar en que lo que no debió de pasar, donde no debí cruzar, lo que deseaba que pasara, pasó.
Lo hice de nuevo y de nuevo fue un error. Un error que al parecer inconscientemente me gusta cometer porque de no ser así no logro entender porque pasa de nuevo, pues no es la primera vez que corro dentro de sitios donde no hay que correr y paseo mis manos por espaldas que no hay que tocar. No me arrepiento de nada. No me disculpo por besar y menos por pensar lo que pienso en cada noche de silencio y soledad. Aunque no tengo que estar solo para ponérteme a pensar, porque en mi mente eres un escape de la realidad que debería azotarme, pero que por andar escapándome de lo que me persigue he avanzado ya más de donde puede encontrarme. De donde puedo encontrarle. A donde espero encontrarte una o más de una vez. Como aquella vez, pero más.

Si lo empiezo a pensar, porque es lo que más suelo hacer, empiezo a sentir y dejo de pensar. Me voy del área que habito y paso a terrenos oníricos, en los que siempre te encuentro tendida y despierta, en un mueble de deseos en mi cielo de terciopelo azul. Que no deja de ser deseo ese mueble y esa estructura tendida, de medidas no franqueadas por mis manos y que en desconocimientos sé que esconde más y más deseo. “Qué deseo tan grande” grité al cielo dos y tres veces esta noche, y pensé en ese olor que me dejó por un instante, que me hizo voltear a ver dónde paseaba y a ver si podía pasear mis manos de nuevo en su prohibida espalda, para liberar el curioso aroma que tanto perdura cuando no le busco y le encuentro y le vuelvo a recorrer con disimulado encanto su tersa espalda. Pero no, no le encontré. Me quedé en mi encuentro, hablando para mis adentros de cómo dejé que escapara de mi mirada y se llevara consigo su mirada brillante y castaña y su curioso perfume que tanto deleito a mi alma y dilató a mis pupilas, esa noche de música, reencuentros y del inicio de un error más grande que el haber cruzado la tierra de nadie, donde caen bombas de precaución sólo para que no metas tu pie donde no debes, y no beses los pies que no te pertenecen, y no toques la espalda que no se tuerse ante tus dedos.

lunes, 14 de abril de 2014

Sabe a recuerdos.

Hay una mezcla de sabores en mi boca y de colores en mis ojos. Veo el matiz del viento colarse entre las paredes de los edificios y a veces puedo saborear mi vida entre mis dientes cuando los acaricio con mi lengua, y tienen un sabor a chocolate, café y nicotina. Un exquisito delirio de saberes paseándose por mi mente me hace recordar tiempos en los que dependencia era el pan de cada día y ausencia era el acompañante de esa comida. Dependencia en el desayuno y soledad para rodar.
No recuerdo bien cómo era que hacíamos él y yo antes para poder convivir tranquilos. Tal vez era por todas las distracciones que encontrábamos a cada momento, que no nos hacían pensar que los silencios eran incómodos. Todo eso empezó, pienso yo, el día en el que encontré esa cajetilla en el buzón, con mi nombre, con su olor. Y vaya que sabor, y vaya si no me sentí grande. Ese día, nos separamos por completo. Ese día, dejamos de encontrar silencios incómodos, sino silencios eternos.
Y no sé, si años después, luego de haber vivido la soledad acompañado de ti, llegó el día de la venta. El día en el que formalicé mi contrato con el infierno, por un montón de pesos, dólares, soles, lunas y estrellas, para dejar de ser lo que en ese tiempo era, y convertirme en otro ser. Ser otra esencia, y dejar atrás un mundo en el que vivía más de una vida, no por máscaras, sino por los escenarios. Cambiarlos a todos por un uno, por una uno. Por un amar. Por un dejar de estar conmigo, y compartir el universo que me habían dado por mi ser.
He olvidado todo, porque ya nada me importa. No recuerdo cómo era mi vida esos cuatro años atrás en el que mis perfumes fueron cambiados por unas caricias, mis ojos por unas miradas y mi voz por una conversación. No recuerdo si vivía mejor, no recuerdo si encontraba más que hoy. Lo que recuerdo es que, cuando tenía alma, cuando tenía olor, no tenía estos sabores amargos en mi boca. No tenía esta salinidad en mis ojos, ni este peso en mis hombros, ni esta cicatriz por sonrisa. Tenía un ser, y, lo vendí por unos caramelos ácidos.

sábado, 15 de marzo de 2014

Un deseo de 2013: Fantasías inventadas.

Noche de ausencia y leve descontrol;
descontrol que encuentro cada vez que te encuentro e invento en mi espacio,
y las cosas que invento que te digo y te hago al filo de una luna de plata y color cristal,
se escapan de mis manos para meterse en tu pecho y pasearse en tus adentros y en tus senos,
para inventar que eres mía,
desde dentro y hasta siempre,
y desde siempre hasta que te hagas realidad.

Con mi realidad y con tus suspiros.


Con tus gemidos y nuestras fantasías inventadas.

domingo, 9 de marzo de 2014

En la estación de tren.

Hoy visto mis desdichas con retazos de canciones.
Hoy le canto al viento por una brisa que me libere de mis ansias.
Hoy le escribo a los relojes, para que detengan el tiempo en una caricia.
Hoy le pido a los señores, a las damas y a los amantes, direcciones, para salir de esta estación de tren.
Esta noche la he pasado en esta banca, con este libro, con este lápiz, mirando a esta mujer mirar su reloj. Mirar sus zapatos. Mirarme a los ojos, mirarme de reojo, y mirar a otras partes cuando nota que la miro sin sonreír. Cuando nota que me tiene encantado su manera de maquillarse. Qué risa me causa eso, pues, es un placer, señorita.
Hoy recuerdo una pasión enardecida y sazonada con picante y lujuria.
Hoy intento no malograrme entre mis pensamientos y deseos oscuros.
Hoy esquivo con problemas todas las balas que me llueven de futuro.
Hoy, más que nunca, siento que no volvería de irme si tuviese una oportunidad, y así, desaparecer por completo de la comprensión.
Entre un chispazo de miradas nos vimos. Fue una tarde de trenes, en las que íbamos pasando de dos en dos, con nuestros cigarrillos, yesqueros y mentes en blanco. Atrayéndonos misteriosamente. Tú por tus colores, yo por mis canciones y el atrevimiento de mirarte desde el otro lado de las rieles.
Este día no juega con la mañana y se ha propuesto una noche eterna al tiempo.
Esta tarde no cree en el sol, y la luna se ha llamado más a aparecer que el calor.
Estos cigarrillos son para fetos en desarrollo, así que no afectarán mi salud, mi cantar.
Este silencio no sabe que decir, y es por eso que entre el humo de la ansiedad, y tu sombrero blanco, nos estamos alejando más de nuestras miradas.
Fue en un abrir y cerrar de ojo que, cuando pasó el tren de la nueva vida, dejé de verle. Era intrigante que cuando su imagen se fue de mi percepción, cambié mi postura, para no decir que me equivoqué al no cruzar. Y fue más rápido aún que, cuando el tren volviera a andar, se haya aparecido dentro de él, y desde la lejanía de tus mano, me hayas abordado con un beso pintado de “nos vemos luego”.
Esa mañana, justo antes de que el destino me llamara, se acabó el día.
En ese atardecer fue la vez que recordé qué se sentía olvidar una canción.
Esa noche no supe qué escribirle a mis hojas, en esa banca, en esa estación.

Ese amanecer, enterré una parte de mí, porque en la oportunidad de encontrarte, te dejé ir. Por eso te pido, antes de que vuelvas a irte, sé mía.

domingo, 2 de febrero de 2014

Haciendo historia.

He caminado, he andado, he vivido y he corrido un sin fin de templos en busca de verdades que nadie puede decirme, más que quedar intrigados, junto a mí, sobre las razones por las que el hombre se pierde entre cosas tan triviales como la comida, el alcohol, las drogas, y, por último pero no menos importante, el sexo. Me han contado que a los hombres nos gusta perdernos entre lo material de la vida y todo lo que puede llenarnos. Me han contado historias que me dejan pegado a sus voces del interés, y que me han servido para hacerme preguntas que terminan entre hojas y hojas de inspiraciones y palabras sinfín.
Me enteré por preguntas que la vida para muchos es la acción de disfrutar los momentos que pasas a cada instante, y que para otros es poder conseguir lo que quieres. Pero, el más sabio me dijo una vez, que la vida es, a lo largo del año, los encuentros carnales que pintas en los lienzos de las sábanas con una mujer, porque de ese encuentro la vida se crea y nace como consecuencia, y que por unos no querer vivir, él no va a permitir que la vida termine por simple sedentarismo de unos jóvenes desafortunados. Me ha contado, y me he enterado, que las mejores historias van con chaquetas pesadas y jeanes, y ocultan ropa de encaje.
A lo largo del recorrido de esas historias pude crear la mía propia, obviando la redundancia, de pintar en mi mente los miles de paisajes que he encontrado en la vida que he vivido. Y que no sale de mi cabeza la historia que me contaste, entre un antifaz y un vestido, de abusar de mi conciencia y mi ceguera, con el fin de tener control sobre mi mente por mil y un días después. Y vaya que lo lograste. Controlar al dominador con un meneo de caderas invisible, solo apreciable por ojos detallistas. Esa historia, tan aterradora, no sale de mi vida, y se mantiene en mi camino por mucho después del recorrer.
Mi historia no es más difícil de contar que cualquier otra, porque los hombres comunes no tenemos cosas imposibles que decir. Mi historia cuenta que un ser de otro mundo se encontró con un mortal, y que encantadísimo él, apretó la garganta para pedir que se acercara, aunque la lejanía que había entre sus rostros no era corriente, ya que un hombre común, no puede estar en varias partes a la vez. No como un ser de otro mundo, que puede estar en la vista y en la mente de cualquiera que se cruce en su camino. Mi historia cuenta que un mortal enamorado de una diosa, perdió la batalla con la razón, y ahora se encuentra perdido, en órbita con la luna, porque su cabeza se fue pensando en ella. Y que, como cualquier otro dios, esta estaba muy ocupada para acallar sus plegarias con un beso de buenas noches. Mi historia cuenta que las historias de amor entre vampiros y niñas son reales, pero que el amor que se siente por un ente que no es palpable, es un amor que termina en historias eternas, ya que cuando un mortal, le escribe a un ser particular, este será eterno, y en el por siempre de los por siempres, cuando los pueblerinos lean los versos de amor que se dio un escritor por un ser invisible, pensarán que estaba loco, pero que el ser existe.
Mi historia cuenta, que un mortal, un loco, y un enamorado, junto conmigo, pasaremos a la historia, porque la vida se nos fue a fin de año. Mi historia que cuenta que una diosa, un ser de otro mundo, una especie de maravilla, vivirá por siempre en la mente de los que lean cómo se pierde la vida, simplemente, por querer construir una historia. Y vaya que lo disfrutarán, así como este paisano disfrutó besar a la luna.

sábado, 25 de enero de 2014

Divisiones y momentos.

Todo en la vida parece estar distribuido en momentos. Momentos que en algunas ocasiones, pueden ser menos de lo que en realidad imaginamos, o más de lo que pensamos que puede ser algo en nuestro día a día. No es la raro que la calma se rompa con un simple segundo o que la ira se deje llevar a sí misma para abrirle paso al sueño, y todo eso, pasa en menos momentos que el resto de los aconteceres de cada uno de nosotros, los amantes. Las palabras, las acciones, los encuentros, todo está dividido entre secciones, que podemos encontrar a través de nuestra mente, y entre las muchas habitaciones que pueblan nuestro cerebro.
Mi mente se empezó a romper en secciones el día que vi por primera vez que las puertas del cielo tienen forma de mujer, y que no estamos dispuestos a abordar las nubes completamente, porque no nos dedicamos a darnos más tiempo entre las sábanas y las canciones. Recuerdo que el espacio que se abrió en mí en el momento que vi el universo en sus ojos decía su nombre y le daba una fecha en especial, pero no un horario ni un vencimiento, para que llegáramos a un punto interminable en la infinidad de nuestras miradas, mientras mis manos recorrían los mundos de su piel y mis sentidos se perdían en el olor de su perfume a mujer desnuda. La manera en que recorrían a la velocidad de la luz sus imágenes a través de mis pensamientos eran inigualables. Jamás pensé que detallando una pupila, un lunar, o una cicatriz pequeña, pudiese darle un nuevo piso espiritual al sentimiento. Pudiese darle vida a la muerte encontrada en los rincones oscuros de mi mente. O que, con solo comparar el color de mi piel, con el de su piel de Eva, encontrara más allá de la oscuridad una nueve fuente de luminosidad. 
Era su cabello, que se despeinaba entre mis manos y me oscurecía la mirada para que en mi ceguera pudiese olerle mejor. Eran su cuello, que se mostraba complaciente en cada instante, que se dejaba llevar conmigo y que me hacía perderme porque sabía que le gustaba que me gustara estar atrapado entre sus clavículas y la cicatriz de su barbilla. Eran sus costillas, su abdomen, sus pechos y todo lo que me armaba un recorrido de deleite. Era todo su cuerpo, lo que dividió mi mente en secciones, porque sabía de cuanto a cuanto había entre su nuca y sus talones. Era todo lo que me tenía ocupado día y noche, noche y día, toda hora y me hacía perder el tiempo entre revoloteos de ansiedad y excitación. Era el universo que descubrí en sus ojos, en cada momento, cada vez que dedicaba tiempo a admirar cómo su mundo se volvía la existencia, y se volvía la tierra en mi mente, ya dividida por la misma distancia que alejaba sus labios de los míos cada vez que quería recordarla más, y hacer que cada momento, fuese en ella.

viernes, 3 de enero de 2014

Me acuerdo de ti.

Me acuerdo de ti, y recuerdo que alguna vez me intentaste levantar, pero no te dejé, porque mis pies siempre han pertenecido a la tierra, y mi mente a las alturas, y a tu altura sentía que me ahogaba y que en algún punto me dejarías caer, aunque confiara más en tu fuerza que en mi voluntad de crecer.
Me acuerdo de ti y recuerdo andares entre playas y montañas, tomado de tus dedos, porque mi mano diminuta se hacía pedazos entre tu mano de gigante, mientras la colina se empinaba cada vez más mientras nos dirigíamos al fondo, o durmiendo a tu lado mientras veían televisión.
Me acuerdo de ti, y recuerdo las veces que volvías y te ibas, y volvías a volver y volvías a irte para volver siempre al final. Y siempre que regresabas, mi inocencia te preguntaba, "¿Y mi regalo?" y tú, con tu alzona voz de marinero decías, "Yo, todo entero" y a la salida de la puerta, mi "¿a dónde vamos?" se respondía con tu "A viejos."
Me acuerdo de ti, y recuerdo historias sinfín. Aburridas interminables, cortas e interesantes, alternadas, de viajes y de más. De autos y mujeres. De comidas y amanecer ebrio en las plazas. De tazas de café. De atardeceres en la camioneta. De todo lo que recorriste para llegar a donde estás ahora. De todo tipo de historias.
Me acuerdo de ti, y se me hace un nudo en la garganta, porque cómo puede ser posible que ahora que lo tengo todo, o todo lo que quiero, eres lo que me falta, y antes, que no tenía nada, tú abundabas en voces y en ronquidos. ¿Será que en realidad si eras viajero y viniste para irte, y volver después?
Me acuerdo de ti, y recuerdo que no estás.
Me acuerdo de ti, y mi corazón se rompe al saber que ya no soy tu favorito.
Lo peor de todo, es que me acuerdo de ti, y de que ya no eres tú.