Un sinfín de preguntas que hacerle al matemático, sobre
problemas, y acertijos al señor letrado, que no supo responder a la incógnita
del paisano cubano, sobre los eventos cotidianos que vivía en su granja, y, esa
pregunta que solo saben responder los que para mañas de la vida no estudiaron,
y sin embargo, son más inteligentes y más vivos, y más sabios, que el
bibliotecario. Esa de “¿Eres feliz?”
Están esas que a la mente del ágil ajedrecista escapan, y
las otras, que el ingeniero no supo confesar. Otras preguntas que solo los
soñadores creen saber responder, por haber vivido otras vidas cuando dormían,
en sus pisos de oniria, pero, que al final, no supieron armar, entre sus
palabras que escapaban cual libro de sus manos. Pobres soñadores creyendo ser
sabios. Ellos tres, o ellos cuatro, no supieron cantar la respuesta del “¿Qué
te falta?”, del pelón galán.
“Habían suficientes personas aquella noche para
interpretar mi canción”, decía el vagabundo en el gran salón de allá de la
argentina querida que vivió Cortazar, y aunque todos le oían amar, pocos
quisieron escuchar las mil y una preguntas que en sus versos ocultaba. Me hice
la misma hace unos meses, y no encontré la respuesta del “¿Te enamoraste alguna
vez?”, y, bueno, no supe saber si ya había empezado a vivir. Y por lo que creo,
ellos tampoco.
Otros concursan para medir sus talentos entre preguntas y
respuestas, que, si me preguntas, son menos significativas para el intelecto de
una persona que saber que la tierra gira alrededor del sol. Es un
descubrimiento, sí, pero, ¿Cambiaría algo tu punto de vista con respecto a la
vida si la tierra girara alrededor de la luna? A puesto que no, aunque, para
bien o para mal, es mejor saber la respuesta a esa pregunta que saber la de “¿Cuándo
voy a morir?”.
Te haría mis preguntas, pero como sé que no sabrías
responderlas, porque ni yo se la respuesta, prefiero dejarte la incógnita de
haber conversado conmigo y haberte enterado de nada de mi vida, más de todo de
la vida, o de lo que para mí la vida es al menos. Como por ejemplo que el cielo
no es el límite, sino el inicio en cuanto a amar se trata. Y que el único túnel
sin fin se encuentra entre las piernas de la amada. De eso se trata la vida, de
amar, porque para amar no hacen falta preguntas, y mucho menos respuestas inútiles,
como que la tierra es plana, y sobre ella hay un elefante y una tortuga.