Pasamos la
tarde entera juntos, sólo con nosotros. Luego de la salida de una tercera
figura en nuestra caja de formas decidimos juntarnos al mismo espacio,
lanzarnos vestidos bajo las sabanas de tu cama a vernos fijamente a los ojos,
sin quitar la mirada, rogando por un beso largo que nos robara el aire.
Entre besos
y besos subía la temperatura, nuestros cuerpos parecían sudar y nuestros
alientos se sentían tanto que nuestras caras se acaloraban más y más, nuestros
cuerpos sentían fuego, tanto fuego que la sabana estorbaba, así que decidimos
sacarla del juego y quedarnos sobre la cama, diciendo entre besos “te amo”.
Entre besos
y besos subía la temperatura, nuestros cuerpos arropados de ropas jugaban con
pasión a no seguir órdenes nuestras, sino las ordenes de la naturaleza y el
placer. Sólo pedíamos que bajará la temperatura del ambiente, pero no la
nuestra, y la temperatura subió tanto que nuestra ropa se hacía espesa,
incomoda e innecesaria, así que en un movimiento simple te quité tu blusa, y
tu, para emparejar el juego me dijiste “Quítate la camisa”, desnudos de cintura
para arriba nos veíamos reír y nos acercábamos para seguir besándonos y
diciendo que nos amábamos.
Entre besos
y besos, y piel y piel, subía la temperatura, dos cuerpos semidesnudos bailando
al unísono de una música inexistente, o mejor, bailando al ritmo del sonido de
nuestros labios chocando entre sí, haciendo melodías que no necesitan sonidos
para ser entendidos, y con la fricción de la piel halándonos a todas partes de
la cama, haciéndonos dar vueltas y ponernos uno sobre otro para seguir jugando
a que nadie más existe, sólo tu, yo y la sensación.
Entre besos
y besos subía la temperatura, tanto que bajó de nuestro cuerpo a nuestras
piernas y en un ataque de calor me pediste quitarte el pantalón, lentamente
desabrochando y desamarrando las ataduras de tus piernas me veías, hasta que al
fin salieron de tus piernas. Luego me dijiste “quítate tu pantalón” Y yo sin
dudar lo hice, para que estuviéramos escondidos bajo la luz del televisor, solo
vestidos de ropa menor, ignorando al resto del mundo, besándonos desnudos sobre
una cama que pronto bautizaremos nuestra.
Entre besos
y besos subía la temperatura, cien grados. Ardía el ambiente, se podía sentir
el calor de nuestros cuerpos juntándose cada vez más y más. Se podía sentir nuestro ritmo acelerado y
nuestras ganas de hacer el amor podían palparse en el aire. La soledad del
ambiente estaba a favor, la oscuridad leve que había nos daba una imagen
favorable, pero no era el momento.
Entre besos
y besos la temperatura subió al limite, no podía subir más, no era posible, ya
estábamos demasiado calientes como para derretir alguna otra cosa, pero no
hicimos nada, no estábamos totalmente dispuestos… pero no me importa, cuando
amas a alguien no importa qué, si puedes estar junto a esa persona y hacerla
sonreír, hacerla feliz, y que te haga feliz todo es bueno.
Entre besos
y besos la temperatura fue bajando un poco, dejamos la pasión a un lado y
decidimos vestirnos ya que no haríamos nada, o no aun. Compartimos la tarde,
tomados de la mano, hablando de lo que sea, haciendo lo que sea y caminando por
su casa. Ese es uno de los placeres del amor, compartir los momentos más
hermosos y los más absurdos, burdos y comunes. Pero lo mejor del día al final
fue que te tuve, y te tuve sólo para mí, o mejor, nos tuvimos y sólo para
nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario