jueves, 25 de octubre de 2012

Somos como la lluvia, que no es igual en todas partes.


Son distintas nuestras pieles. No llevamos encima el mismo cabello, ni los mismos pelos. Parece que menos el color y los sentimientos. Tú sientes que tienes menos de lo que puedes tener y te molestas con el olor de tu cuerpo, por no mencionar más de lo que debo. Yo en cambio siento que tengo menos de lo que debo tener, y me alegro con tu sonrisa aunque sea pasajera, como el sentir de tus manos que van libres como el viento que se aleja en el verano.
Son distintos nuestros ojos. No vemos de la misma manera, ni entendemos lo mismo. Puedes ver que el mirar de tus ojos se aleja a tiempo y destiempo cuando volteas la mirada. Y volteas la mirada cuando te das cuenta que mi vista va directa a tu busto, o a tus ojos. Que luego me hacen voltear la mirada al sol, porque es lo único bello para mirar cuando te haces invisible a mi vista perdida. Cuando te haces imperceptible a mis labios desérticos.
Son distintos nuestros labios. Tus labios delgados y afilados, y los míos secos pero enamorados. Beber el agua no es lo mismo, porque desde que me enteré que moriremos porque cagamos sobre lo que bebemos he preferido beber de los cigarrillos y tus besos, que aunque corten más que las navajas en mis pulmones son más refrescantes que pasar el día entero tomando de la fuente de la vida con mis labios secos. O pasar las tardes viendo desde el cielo al desierto y ver que soy así como él.
Aunque similares sean nuestras manos distintas cosas son las que tocan. Tú tocas ásperamente la madera de mi puerta para entrar a ver si no he pasado una mala noche. Yo toco bruscamente y a golpes las paredes de mi cuarto, para desahogar que estoy pasando un mal rato y no tengo como desquitarme de los pasos que he malgastado con el tiempo delante y la vida detrás. Y al voltear, ver tu mirada mirar a otra parte, para yo seguir desquitándome con murallas de mi catedral sin creencias.
Aunque mundanos sean nuestros nombres no es nada común verlos juntos, por eso se ve tan bien la matiz del descuadre en nuestros besos y en lo agridulce de nuestra mezcla. Por eso es tan fácil convivir en tu mente, con lo revuelto de tus pensamientos y lo llamativo de tus rincones. Porque aunque seas como la brisa y vayas y vengas de sentir y pensar, puedo sobrevivir alimentándome de tu andar, siguiéndote los pasos y escuchándote desde atrás.
Por eso, aunque disfrute la lluvia sé que alguien la odia. Porque así como es pacífica, así es igual de caótica. Por eso somos como la lluvia. Porque donde encontramos paz creamos una guerra y donde haya una guerra creamos paz. Porque aunque en conflictos estemos, sé hasta donde la piedra que lances ha de llegar. Sé como devolver la piedra sin que te golpee, y sé como hacer que tus labios no me corten los labios cuando te beso bajo la lluvia, que suele irse como tus manos.
Eso sí que lo sé.

miércoles, 24 de octubre de 2012

¿Qué soy?


Soy más, soy menos.

Soy nosotros, soy ellos. Soy lo que somos, soy lo no seremos. 
Soy la vida eterna, y el no nacer. 
Soy lo que evitas, y lo que quieres hacer.

Soy tu mejor amigo y tu peor enemigo. Soy tu salvador, soy tu asesino. 
Soy eso que amas, que sabes odiar. 
Soy tu salvación y de lo que quieres escapar.

Soy tú, y a la vez yo. Soy lo que te hace reír, y lo que rompe tu sonrisa. 
Soy la cuerda que te soporta, y el cuchillo que la corta. 
Soy más de lo que soy, soy menos de lo que seré.

Soy tu mundo y tu espacio a la vez. Soy todo lo que eres, también lo soy al revés. 
Soy todo lo que quieres, también lo que repudiaste una vez. 
He sido una pieza, y el tablero de ajedrez.

No sé si ser tu suelo y tus pies, o tu empujón y verte caer. 
Hay veces que pretendo ser tu alivio cuando soy tu dolor. 
Hay veces que soy tu reflejo, y otras veces soy nosotros dos.

A veces me vuelvo la muerte y decido matarte, luego me convierto en dios, para salvarte. 
Otras veces me vuelvo el silencio atrapante, y otras, la canción que despierta.

Hay días que soy tantas cosas que no sé que soy. 
No sé si el ganador o el perdedor, pero, a la final, 
suelo ser más que el amor y el odio en un pincel.

Y hoy, esta noche, soy la soledad que revienta a cantaros en la ventana, 
y el silencio de los lobos disfrazados de corderos, 
que comen a gusto de la sangre de tu cuerpo.

viernes, 19 de octubre de 2012

Nota: Sentimiento nocturno.


Voy a echarme otro cigarro y a pensar en qué escribir, porque esta depresión constante no me deja ser feliz. Así como me hace infeliz, no me deja vivir y lo único que tengo que hacer en la vida es vivir. Vivir con la constante tristeza del pensamiento, al cual le miento para tratar de ser feliz, lo que no nos hace bien ni a ti ni a mí, porque somos uno, y si uno de los dos es infeliz, el otro no puede ser feliz. Todo lo que es vivir es una parábola o un ciclo de constante repetición. Dígame el silencio que queda en una pregunta y que en vez de responder te limitas a seguir. Son pequeñeces, pero como las pequeñeces te hacen feliz, también te hacen infeliz. 

La soledad está afuera, asomada en por encima de la pared.

lunes, 15 de octubre de 2012

Deseo.


El viento jugaba con su cabello aquella noche perdida, cruzaba entre su delgadez, a través de su tiempo, sintiendo la eternidad pasar entre la vida que vive y el color de su piel que juega con el matiz del café y el caramelo tostado. Sus ojos de un oscuro castaño, un casi negro carbón miraban mi alma como lo haría un alma pura en un entorno espiritual. No me importaba que viera mi alma, si ya antes de verla vio mi desnudez.
El mar me decía y le decía, pero ella no le entendía aunque lo escuchaba. Yo le decía lo que el mar me contaba, y ella reía y me miraba, con esa mirada tan desigual que tiende a doblar entre caminos cerrados y dar la vuelta para mirarme otra vez. Yo me perdía en ese camino que sus ojos recorrían, y al final siempre volvía. No me importaba perderme si era con ella o por ella, o por causas perdidas, porque al final siempre sabía que me encontraría, o ella o yo mismo, pero que no seguiría perdido.
Ni las estrellas podrían contar, ni contarse, las veces que me desvelé y soñé con ella luego de esa noche y luego de esta noche, porque de dormir no haría la diferencia porque soñar con ella estando dormido es igual a soñar con ella estando despierto. No hay algo que la vida no sepa, y no hay algo que a ella pueda ocultarle. El hecho de que me conozca mejor que yo mismo la convierte en lo mejor que tengo y mi peor enemigo. Nada puedo hacer si me cuido de ella porque el peligro es igual a su belleza y su belleza es lo que me llena de vida todos los días.
Nuestros reflejos se convirtieron en nuestros consejeros aquella vez que frente a un espejo la besaba. Ignorando si llovía o si hacía frío, o si el verano se adelantaba con sus olas de calor o si los colores se distorsionaban por nuestra respiración. Lo importante en ese encuentro entre cuatro rostros y cuatro paredes era comprendernos mejor y compartir nuestros secretos en silencios románticos y besos callados. Hablaríamos con nuestra mirada o besaríamos nuestros labios, no importaba lo que hiciéramos, pues era un encuentro natural y lo que es natural no se puede evitar.
Quisiera poder poner en más palabras y miles de más párrafos lo que quiero expresarles, pero son tantas las sensaciones, emociones, sabores, colores, olores e historias las que su presencia trae consigo cuando aparece en mi puerta o cuando en su ventana me asomo, que me resulta imposible sacar el aliento para poder hablar como una persona normal luego de que la encuentro, o luego de nuestros besos. Es difícil entender como en un cuerpo tan mortal como el que en la tierra poseemos se encierre tanto deseo hacia otro mortal. Aunque no está en mí amar a mortales, por eso estoy enamorado de la Luna delgada que en mis noches se pasa tendida, y en mis días aunque escondida está, puedo verla brillar.