No temas a la vida, ni a la muerte. No confíes en la verdad
que te dijimos una vez, no hablemos de tu suerte, no hablemos de la vida. No
contemos a quien sea nuestros deseos más profundos, no hablemos entre tontos
las cosas que no son de este mundo. Y no le hablemos de este mundo, nuestro
mundo, a quien sea. A cualquiera. A los versos que te doy cada vez que te
encuentro, a los deseos imaginarios que nos inventamos cada vez que hablamos,
sin vernos, solo leernos y escucharnos. A nuestras sonrisas inventadas para
atraer las miradas de la gente común, y a los secretos que le contaría a tus
labios. A tus labios disfrazados de humo de tabaco, habanos y alcoholes finos,
ostentosos y baratos. A los abrazos mal gastados que pude haberte dado y a las
mentiras que te dije para tenerte a mi lado, en la espina de mi tallo y la flor
de mi verso. Al ácido de tus lamentos, al licor de tus pasiones. A tus
adicciones. A tu flor envenenada y en ácidos escondida. A tu corazón abatido
por la contradicción del estar bien y estar mal. Al encuentro que tengo algún
día contigo en este lugar. A las noches oscuras que hemos pasado gastando
nuestras palabras, en versos y versos subiendo las temperaturas. Apagando los
aires con nuestra fogosa conversa. A tu cumpleaños y luego al mío. No contemos
nuestros versos y nuestros besos a cualquiera. No contemos los números ni las
palabras de nuestros versos, aunque, en este verso que uso como beso en hoja,
quiero contarte a ti, y a tu mirada pequeña y recóndita, escondida en lo más
profundo de nuestro mundo de arte, que me sobran las palabras para escribirte,
pero me quedo corto cuando se trata de hablarte. Por eso, te doy este verso, y
espero algún día, volverte una canción. Que suenes y suenes como suenan los
cantos de los grandes cantantes de Europa, pero en un tono más americano, en un
tono más mundano. En un tono más mío que del mundo quiero cantarte. Contarte.
Entre versos, besos, abrazos y risas. Entre pinceles, lápices, tinteros y
lienzos. Entre palabras y párrafos y escritos improvisados. Entre poemas
incoherentes, como este, que dejaré a la vista del mundo para juzguen en sea o
no sea mi anonimato. Bienvenidos sean tus ojos y tus labios a mis secretos que
no te he contado, pero que he contado a los labios de Dayana. A los labios de
Dayanísima, mejor dicho. Bienvenido seas al cuento que no te he contado.
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