lunes, 11 de marzo de 2013

Un escrito 2012: Lluvia eres, lluvia serás.


Lluvia eres, lluvia serás. La lluvia constante que muestra el luto. La lluvia constante que trajo consigo la soledad y la desdicha de la batalla perdida. Esa batalla que la constancia te ha hecho seguir pero que el tiempo te dice que es relativa. La batalla que libras en tu mente contigo y con lo que sientes, con lo que quieres y con lo que buscas. Con tantas cosas que guardas para ti y que luchan por salir a la luz. A la lluvia. Al llanto de los ángeles que lloran para ti en tu luto por perder un espacio de ti, un ser de tu luz. La luz que vivió en ti, y que hoy ya no encandila. La luz que es reflejada a través del agua y crea la imagen de un arcoíris que no te pertenece.
Recuerda a la lluvia, recuerda a las lágrimas. Recuerda que cuando llueve el suelo es resbaladizo y que puedes caerte, y que la caída ya no depende de la altura sino de tus heridas. Ninguna herida que tengas debes tomarla por menor, y ningún infarto que hayas sufrido ha sanado por completo. A la lluvia no le importa lo que sientas en tu cuerpo porque sabe que con tu mente le has llamado, y ella ha respondido a lo que pides inconscientemente. Esa salida que buscas para que deje de llover. Ese andar a oscuras que te asusta. Todo eso que antes veías pero que las lágrimas han hecho borroso. Todo eso que antes no iba a morir, pero que con tu lluvia has sentenciado.
La lluvia y el canto de los dioses. La lluvia y los bailes de la vida. La lluvia y el dolor de las noches y tardes perdidas en silencio, cuando cantabas de cosas que podían pasar pero que no pasaban. Cuando llegaban personas a las personas que buscabas y estas te miraban por encima del hombro y tú empezabas a llover. Esos tiempos en los que llover era la mejor de las opciones, para sacar todo el ahogo del alma y de la vida. Para que el cuerpo no se vuelva un diluvio mal posicionado y que el día que llueva de verdad puedas sentarte a disfrutar de la lluvia. De su caída. De su libertad. Libertad que no tienes porque la diste a manos del misterioso destino. Del futuro que no sabes qué trae consigo.
Que llueva en el futuro. Que siga lloviendo porque no sabes que pasa. Que el agua que derraman los que un día fueron caiga sobre tu cabello, para que el peso de lo que sabes deje de ser tanto. Que se vaya el peso de lo que lees a oscuras con el río desembocado en el silencio, que tiene epicentro en el corazón que conoces y termina en el océano de lo desconocido. Que la lluvia salga por tus desdichas y se vaya por tus desdichas y por no saber admirarla, ya que no importa, porque nunca te alejarás de ella, porque lluvia eres, y en lluvia te convertirás, para que puedas llover sobre otros desdichados.

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