Quería escribir, pero no podía.
Me perdía en las palabras que conocía para poder contarle al
viento el tiempo que ha pasado desde que crucé esa línea, y que he cantado
desde entonces, mis encuentros con el silencio de sus besos y el sabor de su
aliento. No encontraba elocuencia cuando intentaba plasmar en palabras lo que
sus manos decían. Señalaban. Acariciaban. No encontraba una manera de poder
hacerlo sin revelar al mundo mi añorada privacidad y mi intimidad tan
atesorada, que he revelado en parafraseo y besos en mis versos a los ojos de
quienes me encuentran entre su mente y mis hojas. Tampoco es que me matara
buscando la manera, pero me exijo tanta perfección algunas veces que termino
cerrando por completo mis encuentros con el papel.
Esto quizás sea más una reflexión más que una historia
inventada, o un poema, o un encuentro con la almohada y su cabeza. Tal vez sea
más un diario extraño, o un artículo corto para el periódico. No lo sé, pero no
será tanto una oda sino algo para que entiendan quienes me lean cómo siento y
pienso algunas cosas, sin revelar mucho al final de todo. Trataré de hacernos
lo más claro posible a su comprensión, sin tener que exprimir mucho los ángulos
de sus voces, y que así, puedas cantar conmigo los versos que diré de ahora en adelante
cuando le cante a la felicidad que sus besos traen a mis noches y a los mejores
buenos días que he recibido en la vida desde aquél cumpleaños que no recuerdo
con claridad.
Y entre palabras buscar los hechos que alguna vez dijiste, e
hiciste, y que no den muchas vueltas a los asuntos y que los asuntos no le
tomen mucho el tiempo ni el pelo a las personas que se cruzan con nosotros y
entre nuestros oídos. Que todo lo que diga suene tan claro que de ser una
imagen pueda verse detrás de ella. Ahora, no sé por dónde empezar, pero, ya
algo se nos ocurrirá.
Me escondía entre sus sueños. Sus sueños fueron la casa de
muchas de mis aventuras, y mis sueños fueron el templo de todas las cosas que
hoy quiero por su mirada. Sus ojos se han encontrado en tantos de mis espejos
que cuando veo los reflejos recuerdo lo que soñé una vez, que hice realidad.
Que fue contarle al espejo y a ella que el señor del reflejo, que tomaba de la
mano a la mujer que amaba, no dejaría de amarla ni que su memoria olvidara todo
lo que se puede olvidar.
O algo así le había dicho ese día, no recuerdo. Pero sí
recuerdo haberle jurado amor unos días después de jurarle amor esa noche. Ese
día. El resto de las noches, por todos los silencios que ha habido desde ese
beso.
Sus labios escondían más que su sonrisa y su lengua
traviesa. Su voz se escondía tras sus palabras, hasta que empezaba a decir
cosas que para que mis oídos tenían sentido, porque cada vez que hablaba
escuchaba un cantar extraño, que tenía un tono entre el oleaje del mar y el
viento entre las velas de su delgadez. Entre su ropa y su piel y su sonrisa y
la mía. Entre un beso que guardó silencio por el resto de la oscuridad. Entre
una lágrima de felicidad por sentir su lápiz labial en sus labios rozarse con
mi locura desmesurada, en lo que podemos llamar el rapto de mi primer beso con
quien juré amor esa, y todas las otras noches.