miércoles, 23 de octubre de 2013

Sueños de viajero.

Caminaba, pero no recuerdo cómo ni con qué intensidad recorría la vida en aquellos años en el que andaba por andar, como dice la canción, y como el mundo es redondo, no supe que era ir adelante hasta que un día, tropecé, y caí en un vacío del que no pude escapar hasta que otra alma viajera se tropezó sobre mí, y sobre mí cayó.
Ese fue el momento en el que, cegados por las circunstancias, nos dedicamos a andar juntos por el mismo camino, de la vida a la muerte, o de la muerte a la vida, como más le guste al destino, que nos puso en el sendero una tierra y un mar, separados por la orilla de una playa, para que anduviéramos en ella, antes de andar en nosotros. Y cuando a la costa llegáramos, nos encontraríamos con nuestros cuerpos.
El sendero es largo y cansado, como el viento que da la vuelta al mundo y llega con menos fuerza al inicio de su travesía. Yo me encontraba caminando por la vía que una vez dominé. Era un reencuentro con el pasado, porque me gusta recordar muchas de las cosas que vivo, y en ese camino, me iba a encontrar con todos mis recuerdos. Los importantes al menos.
Me iba a encontrar con la luna y las estrellas, porque no camino hacia adelante, sino hacia arriba, con mis dedos y caricias, en vez de con mis pies, me adentraba más en su recorrido, ya vivido por mis ansias y por su piel. Aquél andar tan largo en su espalda, que me hace perderme en cada una de las secciones de su columna y me encuentra en su cuello y lo oscuro de su cabello, que conozco con mi aliento y mis deseos.
Dar la vuelta al mundo, al mar y la tierra para encontrarme con sus labios, así como el viento hace, que rodea la tierra solo para que le inhale y me haga sentirlo, perfumado con su aliento en cada beso que respiro cuando mis labios caminan en el camino de los suyos. Cuando mis manos en su pecho se alejan y acercan con el ir y venir de su respiración. Cuando entre los dos las almas y nuestros cuerpos se alejan para dar paso a nuestro andar.

Y entre paso y paso mi andar cambia direcciones, entre los bosques de sus cabellos, las lunas en sus ojos, los mares en sus labios y las montañas de sus hombros, ando y ando por su mundo para encontrarme a mí mismo, sintiendo el calor de sus pasiones, el frío de su sed y la excitación de sus manos al andar mis caminos, como mis labios andan los suyos, cada uno, de mil y una formas, con cientos y cientos de pasos, y miles y miles de caricias que alimentan nuestra libertad que cada uno, por separado, escoge acompañar con nuestros sueños de viajeros.

lunes, 14 de octubre de 2013

ba, dum, tss.

Tic tac, no sé, ¿Qué tal? Encuentra la llave, encuentra la llave. Esto no está completo, pero seguro será suficiente. ¿Hola, hola? No hay respuesta. ¿Será que le llamo? No sé, no me encuentro, seguro que ella tampoco sabrá dónde estoy. ¿Me escuchas? ¿Aló?… ¿Colgó?, no sé, ¿Aló? ¿Me entiendes? O… ¿necesitas que te explique de qué va la conversa? Eh, para qué, solo tienes que escuchar lo que estoy a punto de decirte muy atenta- que hija de puta, colgó de nuevo. ¿Quieres hacer algo al respecto y dejar de necesitar escuchar su voz para poder hablar? Mucha gente como tú ha pasado por esto y no se han detenido, sino que han buscado nuevas fuentes de información. Acuérdate de aquél cuento del maestro en el que él decía que su infancia la vivió en un burdel viendo cómo los europeos se montaban a las argentinas. ¿Te gustaría eso, verdad? Escuchar de ese tipo de historias. Entonces tienes que salir, aunque, no para ninguna parte en específica, sino a, a, a, a encontrar ese tipo de espectáculos. Tú sabes. Ventanas abiertas y gente haciendo el amor del otro lado, contigo admirando del otro lado del cristal. ¿En qué nos ayudaría eso? Pues, no sé, la verdad. Sé que la extrañas y no vuelve, pero, ajá. ¿Importa mucho eso acaso? Hete aquí hablando y cantando como un esquizofrénico. Tal vez en vez de combatirte a ti mismo tengas que echarte una copiada, como aquella vez, ¿Recuerdas? Eh, para qué. Tienes razón, tienes razón. Mejor, mejor, eh, no sé, eh. Iahg. Pues… ¡Ya sé dónde está! ¡La dejaste encerrada! ¿Recuerdas que está metida en el armario? ¡Coño! ¡Desde hace ya un mes! Qué verga contigo… Anda a buscarla, toca a ver si sigue ahí…
Y pasaron las horas y no la encontré. De alguna manera, y por alguna razón, se me perdió. Tienen que pasar eventos desastrosos, horridos, desagradables y que no traigan frutos de algo bueno para que venga y se acueste conmigo. Porque cuando la encierro en el armario, olvido donde dejo la llave. No sé qué será, pero, pasa, y ya. Pasan las horas y no encuentro la llave… debe ser que no me expreso tan bien como antes o que ya no soy el ser especial que era antes.
Esa conversación esquizofrénica de arriba es la lucha que tengo conmigo mismo cuando me fuerzo a mí mismo a escribir.

Bien aventurado seas la próxima vez que te, valga la redundancia, aventures por aquí. Tal vez encuentres algo mejor de mí en vez de conocerme otro poco.