sábado, 25 de enero de 2014

Divisiones y momentos.

Todo en la vida parece estar distribuido en momentos. Momentos que en algunas ocasiones, pueden ser menos de lo que en realidad imaginamos, o más de lo que pensamos que puede ser algo en nuestro día a día. No es la raro que la calma se rompa con un simple segundo o que la ira se deje llevar a sí misma para abrirle paso al sueño, y todo eso, pasa en menos momentos que el resto de los aconteceres de cada uno de nosotros, los amantes. Las palabras, las acciones, los encuentros, todo está dividido entre secciones, que podemos encontrar a través de nuestra mente, y entre las muchas habitaciones que pueblan nuestro cerebro.
Mi mente se empezó a romper en secciones el día que vi por primera vez que las puertas del cielo tienen forma de mujer, y que no estamos dispuestos a abordar las nubes completamente, porque no nos dedicamos a darnos más tiempo entre las sábanas y las canciones. Recuerdo que el espacio que se abrió en mí en el momento que vi el universo en sus ojos decía su nombre y le daba una fecha en especial, pero no un horario ni un vencimiento, para que llegáramos a un punto interminable en la infinidad de nuestras miradas, mientras mis manos recorrían los mundos de su piel y mis sentidos se perdían en el olor de su perfume a mujer desnuda. La manera en que recorrían a la velocidad de la luz sus imágenes a través de mis pensamientos eran inigualables. Jamás pensé que detallando una pupila, un lunar, o una cicatriz pequeña, pudiese darle un nuevo piso espiritual al sentimiento. Pudiese darle vida a la muerte encontrada en los rincones oscuros de mi mente. O que, con solo comparar el color de mi piel, con el de su piel de Eva, encontrara más allá de la oscuridad una nueve fuente de luminosidad. 
Era su cabello, que se despeinaba entre mis manos y me oscurecía la mirada para que en mi ceguera pudiese olerle mejor. Eran su cuello, que se mostraba complaciente en cada instante, que se dejaba llevar conmigo y que me hacía perderme porque sabía que le gustaba que me gustara estar atrapado entre sus clavículas y la cicatriz de su barbilla. Eran sus costillas, su abdomen, sus pechos y todo lo que me armaba un recorrido de deleite. Era todo su cuerpo, lo que dividió mi mente en secciones, porque sabía de cuanto a cuanto había entre su nuca y sus talones. Era todo lo que me tenía ocupado día y noche, noche y día, toda hora y me hacía perder el tiempo entre revoloteos de ansiedad y excitación. Era el universo que descubrí en sus ojos, en cada momento, cada vez que dedicaba tiempo a admirar cómo su mundo se volvía la existencia, y se volvía la tierra en mi mente, ya dividida por la misma distancia que alejaba sus labios de los míos cada vez que quería recordarla más, y hacer que cada momento, fuese en ella.

viernes, 3 de enero de 2014

Me acuerdo de ti.

Me acuerdo de ti, y recuerdo que alguna vez me intentaste levantar, pero no te dejé, porque mis pies siempre han pertenecido a la tierra, y mi mente a las alturas, y a tu altura sentía que me ahogaba y que en algún punto me dejarías caer, aunque confiara más en tu fuerza que en mi voluntad de crecer.
Me acuerdo de ti y recuerdo andares entre playas y montañas, tomado de tus dedos, porque mi mano diminuta se hacía pedazos entre tu mano de gigante, mientras la colina se empinaba cada vez más mientras nos dirigíamos al fondo, o durmiendo a tu lado mientras veían televisión.
Me acuerdo de ti, y recuerdo las veces que volvías y te ibas, y volvías a volver y volvías a irte para volver siempre al final. Y siempre que regresabas, mi inocencia te preguntaba, "¿Y mi regalo?" y tú, con tu alzona voz de marinero decías, "Yo, todo entero" y a la salida de la puerta, mi "¿a dónde vamos?" se respondía con tu "A viejos."
Me acuerdo de ti, y recuerdo historias sinfín. Aburridas interminables, cortas e interesantes, alternadas, de viajes y de más. De autos y mujeres. De comidas y amanecer ebrio en las plazas. De tazas de café. De atardeceres en la camioneta. De todo lo que recorriste para llegar a donde estás ahora. De todo tipo de historias.
Me acuerdo de ti, y se me hace un nudo en la garganta, porque cómo puede ser posible que ahora que lo tengo todo, o todo lo que quiero, eres lo que me falta, y antes, que no tenía nada, tú abundabas en voces y en ronquidos. ¿Será que en realidad si eras viajero y viniste para irte, y volver después?
Me acuerdo de ti, y recuerdo que no estás.
Me acuerdo de ti, y mi corazón se rompe al saber que ya no soy tu favorito.
Lo peor de todo, es que me acuerdo de ti, y de que ya no eres tú.