domingo, 9 de marzo de 2014

En la estación de tren.

Hoy visto mis desdichas con retazos de canciones.
Hoy le canto al viento por una brisa que me libere de mis ansias.
Hoy le escribo a los relojes, para que detengan el tiempo en una caricia.
Hoy le pido a los señores, a las damas y a los amantes, direcciones, para salir de esta estación de tren.
Esta noche la he pasado en esta banca, con este libro, con este lápiz, mirando a esta mujer mirar su reloj. Mirar sus zapatos. Mirarme a los ojos, mirarme de reojo, y mirar a otras partes cuando nota que la miro sin sonreír. Cuando nota que me tiene encantado su manera de maquillarse. Qué risa me causa eso, pues, es un placer, señorita.
Hoy recuerdo una pasión enardecida y sazonada con picante y lujuria.
Hoy intento no malograrme entre mis pensamientos y deseos oscuros.
Hoy esquivo con problemas todas las balas que me llueven de futuro.
Hoy, más que nunca, siento que no volvería de irme si tuviese una oportunidad, y así, desaparecer por completo de la comprensión.
Entre un chispazo de miradas nos vimos. Fue una tarde de trenes, en las que íbamos pasando de dos en dos, con nuestros cigarrillos, yesqueros y mentes en blanco. Atrayéndonos misteriosamente. Tú por tus colores, yo por mis canciones y el atrevimiento de mirarte desde el otro lado de las rieles.
Este día no juega con la mañana y se ha propuesto una noche eterna al tiempo.
Esta tarde no cree en el sol, y la luna se ha llamado más a aparecer que el calor.
Estos cigarrillos son para fetos en desarrollo, así que no afectarán mi salud, mi cantar.
Este silencio no sabe que decir, y es por eso que entre el humo de la ansiedad, y tu sombrero blanco, nos estamos alejando más de nuestras miradas.
Fue en un abrir y cerrar de ojo que, cuando pasó el tren de la nueva vida, dejé de verle. Era intrigante que cuando su imagen se fue de mi percepción, cambié mi postura, para no decir que me equivoqué al no cruzar. Y fue más rápido aún que, cuando el tren volviera a andar, se haya aparecido dentro de él, y desde la lejanía de tus mano, me hayas abordado con un beso pintado de “nos vemos luego”.
Esa mañana, justo antes de que el destino me llamara, se acabó el día.
En ese atardecer fue la vez que recordé qué se sentía olvidar una canción.
Esa noche no supe qué escribirle a mis hojas, en esa banca, en esa estación.

Ese amanecer, enterré una parte de mí, porque en la oportunidad de encontrarte, te dejé ir. Por eso te pido, antes de que vuelvas a irte, sé mía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario