No sé qué me pasa últimamente. No despierto de buena manera
como antes, la comida no me sabe igual, las noticias me aburren, la música
siempre me canta lo mismo, las letras siempre se escriben igual y los libros
solo hablan de cosas que ya sé.
No sé qué me pasa últimamente. Salgo y solo veo gente
caminando, haciendo fila para cualquier idiotez, gastando dinero en la idiotez
para la que hicieron fila, sin mirar a los lados, sin hablar con nadie, como si
fueran vacas apretadas en rumbo a un matadero. La única diferencia es que en
vez de sentir el dolor que sienten esos animales esta gente no siente nada.
No sé qué me pasa últimamente. Todo es tan igual, tan
normal, tan común. He de ser yo, tengo un problema. Mi problema debe ser
despertar y ver que estoy bajo el mismo techo, ver que el desayuno es el mismo,
que solo hablan de política y muertes, que toda la música diga idioteces, que
todo lo que leo sea lo mismo y que los escritores no busquen hacer algo nuevo por
sus obras.
Le exijo mucho a la vida al parecer, y no he de estar en
posición de exigir. Pero que tanto es pedir algo nuevo? Una nueva experiencia.
No suena mucho, no sería mucho pedirle a la vida que me dejara salir de este
techo, comer algo diferente, ir a un buen lugar, inventar una canción y
escribir algo nuevo.
No es mucho pedir irte a buscar, llevarte conmigo a un lugar
cálido donde pueda verte reír y reír contigo, donde pueda oírte cantar o donde
puedas oírme cantarte algo que te guste, donde podamos estar sin preocuparnos
del tiempo, sin preocuparnos por el clima, sin preocuparnos por la gente, solo
tú y yo. No es mucho pedir.
Tampoco es pedir mucho poder pasar una noche de pereza
después de un día agotador, donde podamos estar tu y yo, bajo el manto que se
hace llamar cielo estrellado, donde pueda admirar la silueta de tu cuerpo que
me ha de mostrar el brillo de la noche, donde pueda oler tu perfume, donde
pueda oír tu gemir por un cosquilleo, y donde pueda hablarte sin que haya algún
otro sonido. Pasar la noche mirándote a los ojos, abrazándote, haciéndote
caricias y besándote. Bailando en la desnudez de nuestros cuerpos bajo una luna
llena de color amarillo y unas estrellas brillantes como testigos de lo que
sería la noche de dos almas. Y luego al brillo del amanecer poder verte dormir,
velar tu sueño como cuentan mis historias y nuestras palabras, y luego dormir
yo, para poder saber si lo que pido lo pedí soñando o estuve despierto cuando
se me ocurrió. Quizá y si es pedir mucho y lo normal y cotidiano se aliaron con
la vida para jugar a ser dios.
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