De nada sirve estar sentado escribiendo y escribiendo.
Página por página, palabra por palabra, gastando mis hojas y mis lápices,
borrando y borrando, buscando un sentido a un parafraseo en un párrafo vacío.
Que nada tenga coherencia y todo sea lo mismo, que no haya una inspiración tan
grande que te prometa un buen palabreo, o al menos, la distracción del desahogo
en tus palabras, mientras las imprimes lentamente en el papel.
Puedo estar sentado en mi escritorio, horas y horas, mirando
a la hoja, mirando al techo, mirando por la ventana, y no escribiré más que el
título de un nuevo cuento. Un cuento vacío, tan vacío como yo por dentro, tan
fallo de sensación que ni el más crédulo y desentendido podrá asociarse con él. Nada es tan inspirador como antes, no
encuentro ese no sé qué que tienen las musas de los dioses, o las novias de los
peores escritores. Por eso todo es así, vacío.
Pasarán las mañanas, tardes y noches. Pasarán los días, las
semanas y los meses. Pasará la gente, pasará la lluvia, pasará el azul del
cielo, y yo seguiré aquí, bajo mi sabana o en mi silla, con mis ojeras, mi caja
de cigarrillos, mis ideas confusas y mis deseos. Pasarán muchas cosas y yo
seguiré aquí. Sentado en mi piedra, con la lluvia sobre mí, esperando a que
alguien aparezca y me aliente a seguir. A caminar con ella y aprender a vivir.
Pasarán muchas cosas, pasarán las estaciones. La primavera
vendrá y se irá, las flores nacerán y morirán, o serán arrancadas por los niños
enamorados de los colores, que regalarán los retoños a sus amigas enamoradas.
Se armará y romperá el tiempo, se callará y seguirá hablando el silencio, los
vidrios y ventanales caerán para que yo los levante, pues seguiré aquí, sentado
en mi pared, buscando no caer. Sin importar sobre qué escriba, seguiré aquí.
Pasarán 3000 horas, yo seguiré esperando a que unos ojos
brillantes violen mi alma de un parpadeo. Que unos labios finos besen los míos
y me saquen de mi melancolía. Que una piel blanca se mezcle con la mía en su
desnudez. Que juguemos a que nos queremos y que no podemos perder. Que no hace
falta seguir esperando algo que me inspire, que podré escribir, por más tiempo
y las 3000 horas que pasé sentado pensando, las compensaré jugando a que su
cuerpo es mío, y sin importar qué, será por otras 3000 horas.
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