lunes, 27 de mayo de 2013

Tanto, pero tanto.

Han pasado muchas cosas. Han pasado perfumes, han pasado miradas, han pasado comidas, sonrisas, besos, abrazos, golpes, caricias, regaños, bebidas, cigarrillos, andares y caminos. Han pasado los pasos que he dado de puerta en puerta buscándote cada vez que te escondes y encontrándote a cada instante, sin tener que buscarte, porque te tengo presente en cada momento, incluso cuando me distraigo, porque te has metido tanto en mí, como yo en ti, que no puedo dejar de decir que te pienso cuando estoy ocupado, y cuando no estoy ocupado, no hago más que pensar en ti. Porque me concentro contigo en mi mente, y cuando me desconcentro, es porque te veo acostada en la habitación que he llamado ‘subconsciente’.
Y es que te has vuelto tanto por todo esto que ha pasado que no me puedo evitar entristecer cuando te alejas aunque sea quince minutos, o tiempos enteros cuando sé que no te veré a cada instante del día. Y no por costumbre,  sino por necesidad. Sino por comida. Sino porque quiero que cada momento sea el momento de tenerte para mí y para más nadie, de poder comerme tus labios y de poder oler tu piel. De poder embriagarme con tu aliento, y de poder perderme en la desnudez de tu cuerpo. Quisiera tener el poder de poder hacerte mi espacio, más que el sitio a donde quiero llegar, de dónde salgo y a donde voy a parar en cada momento de mis días. Tanto ha pasado que te has vuelto mi hogar, mi lugar favorito, y donde quiero descansar después de manejar tanto y por tantas semanas.
Y que me atrapen las noches y me lleven los días a donde quieran siempre que sea contigo, porque es que poco a poco te has vuelto tanto mi todo que no sabría qué hacer si me pierdo y no es a tu lado, o en tu boca, o en tus ojos y tu cuerpo y todo lo que me hace perderme cada vez que te veo fijamente y me pregunto todas las preguntas que se le pueden a hacer al subconsciente. Que me lleve la vida a donde le dé la gana a la divinidad que te puso en mi camino con una seguridad tan difícil y un andar tan rápido para mis pasos. Y que tu ansiosa prisa nos lleve lejos, y nos haga adentrarnos en mares y montañas, selvas y ríos, y nos hagamos de paisajes tan de ensueño que nuestros días sean cuadros pintados por las manos de los mismos dioses que dieron vida al arte, y a sus musas, su razón de pintar, así como tú, la razón de mis sonrisas, y de la liviandad que me llena y me hace volar a cada instante.

Perderme donde quiera que vaya tu aliento y tu voz, con tus besos y los versos de mis labios. Y perderme en un recorrido infinito por tu espalda. Por tus piernas. Por tu cuello y tu mirada. Ahogarme en el olor de tu piel y en el sabor de tus labios. Llevarme al más profundo sueño con las caricias de tus manos, y despertar con los más perfectos buenos días. Perderme contigo en el cielo de la noche, irme de viaje con la vida que eres tú. Con mi hogar de la mano, que también eres tú, y con todo tú y todo de ti hasta el final. 

domingo, 5 de mayo de 2013

Parafraseando, y silbidos de viento.


He hecho, hice y voy a hacer, una y otra vez, las cosas que miles de veces la han hecho molestar. Y las he hecho, hice, y haré, porque, lo sé hacer bien. No hay otra razón. O hay miles. Pero también he hecho, hice, y haré, miles de millones de cosas que han hecho que ría y llore de alegría y se sienta feliz por lo que siente que le dura la vida. Entre el silencio de la noche y las marchas de soledad hacia la puerta cuando le voy a visitar, y me escucha con un silbido de viento, que de mis labios sale para que sienta estallar su cuerpo de emoción, o tal vez, de tristeza, y tal vez, de lujuria, cuando me ve pasar por su puerta, a la vez que paso por su sala y por sus manos, y nos perdemos en nuestros ojos, de antemano, para encontrarnos en un beso que anhelábamos realizar. Eso, he hecho, hice, y haré, la próxima vez que me escuche silbar, y la próxima vez que me vea perderme en su vista.
Y así como he hecho, ha hecho, y así como ha hecho, hacemos, hicimos y haremos, una y otra vez. Muchas veces, lo que nos hace reír, y molestar, y querer halarnos del cabello y besarnos y perdernos y demás. Y así como hacemos cosas que no hacen los demás, o nos decimos cosas que los demás no se dicen, usamos el verbo hacer para hacer lo que nos da la gana, una y otra vez, salga bien, o salga mal. Termine en rasguños y golpes o besos y caricias. Y así, como hicimos, nos vemos, y en esas miradas, nos vamos. Nos volvemos ciegos en cuartos oscuros, buscando nuestros brazos para no perdernos, y juntando nuestros cuerpos por si la oscuridad se vuelve nuestra, en vez de nosotros, de nosotros. Así como nos hemos visto en la oscuridad, así nos veremos la próxima vez que silbe en la puerta de su casa y me pida entrar. Y en ese entrar, deje miles y unas de sonrisas para acercarme a su sonrisa y perderme en su cantar.
Y hablando de canciones y cantores, le quiero contar que la quiero cantar en sus sabanas, y su cama, mientras me pierdo más en su mirada, y en su cuerpo de hada, mientras cantamos canciones de cantores ocultos en la lujuria y la pasión enamorada en la caricia de unos rayos, besos de mayo y versos de mis labios. Despacio, poco a poco, con mi cansada y triste voz, que no descansa cuando de placeres se trata, y cuando de sus besos se trata. O del deseo de sus manos y mis manos se trata, y se pinta, entre los lienzos de su espalda, y las marcas de mis mordidas en su tersa piel color caramelo.
Hay tanto que contar, cantar, hacer, y decir, pero no me sobra el tiempo, porque me toca silbar en su puerta, esta noche. Y tal vez, en la mañana también.

jueves, 2 de mayo de 2013

Hoy no quiero ser perfecto.

Hace bastante que me considero perfecto, y no pido disculpas a los lectores religiosos que dicen y viven por el ‘solo dios es perfecto’. No me disculpo, y no lamento sentirme y considerarme de esa manera. He vivido unos cuantos años basándome mayoritariamente en mis grandezas e ignorando mis ‘defectos’ como los llaman algunas personas, que yo llamo ‘perfecciones imperfectas’.
Pero hoy, esta noche, no quiero ser perfecto. Lo digo en el aspecto de mis talentos.
No quiero que esta noche me importe tomar la guitarra y tocar un acorde, y que suene desacorde a lo que pensaba tocar, sino, llamar a lo simple de la nota que toco y que aunque no concuerde con lo que quise, suene y suene y se repita y se repita hasta que suene bien y como debía ser. Y que la voz, aunque siempre desafinada, encuentre su afinación en la desharmónica de mi guitarra y mi canción. Es mucha paciencia de mi parte, que nunca he soportado llegar por partes a las cosas que quiero lograr.
Esta noche intenté dibujar, y me salió un trazo que no debía salir en el papel. Lo dejé pasar, como no debía ser, y me perdí en líneas velludas y descoloridas, que recorrerían un lienzo color blanco y se perderían en el desaparecer de la hoja y en los límites de una imaginación bloqueada y nada creativa a estas alturas. Que por lo que me han dicho, ha envejecido significativamente, pero, que aunque me importa haber perdido ese toque, no he dejado de pintar y tocar.
Pero, principalmente pienso que esta noche no quiero ser perfecto porque la última vez que me pidieron unas palabras, me quedé mudo, y pensando y pensando en qué decir, para al final no decir nada. Y mis manos cansadas de trazarse en el papel, no escribieron nada para aportar a mi canción, luego de tanto acorde y dibujo, no pude seguir con lo que tanto he querido ser. Y pienso que fue por seguir siendo perfecto. Y, como sé que estoy en lo correcto, hoy dejaré de serlo, por lo que queda de la luna en el cielo y del canto en las bocinas de mi habitación.
Dejaré a un lado la perfección que tanto he llevado, desde mis olores a mis colores e incluso en las palabras que digo, escribo, canto y respondo. O en mis acciones desmesuradas que, sin importar qué, para mí han sido perfectas, y no me arrepiento más que de unas dos o tres, que sobrepasaron los límites de mi percepción, haciendo caer mi perfección en pozos sin fondos que sino hasta esta noche, perfecta, pude volver a levantar de esa profundidad, para que mi sonrisa perfectamente imperfecta, pudiera sonreír entre sus labios.
Dejaré de ser perfecto esta noche, para poder decir palabras tontas y simples, y poder escribir con paciencia, sin buscar la complacer con una rima, o deleitar los ojos de las personas que no me importan, simplemente, escribir por el placer de sentirme feliz. Dejaré de ser perfecto esta noche, porque ser perfecto no es fácil, o al menos, esta noche, sentirse perfecto no lo es.
¿Notas que intentando dejar de ser perfecto me salen las palabras perfectas de las manos? Porque yo sí lo noté, y no me voy a disculpar con los religiosos por mi perfección.