He hecho, hice y voy a hacer, una y otra vez, las cosas que
miles de veces la han hecho molestar. Y las he hecho, hice, y haré, porque, lo
sé hacer bien. No hay otra razón. O hay miles. Pero también he hecho, hice, y
haré, miles de millones de cosas que han hecho que ría y llore de alegría y se
sienta feliz por lo que siente que le dura la vida. Entre el silencio de la
noche y las marchas de soledad hacia la puerta cuando le voy a visitar, y me
escucha con un silbido de viento, que de mis labios sale para que sienta
estallar su cuerpo de emoción, o tal vez, de tristeza, y tal vez, de lujuria,
cuando me ve pasar por su puerta, a la vez que paso por su sala y por sus
manos, y nos perdemos en nuestros ojos, de antemano, para encontrarnos en un
beso que anhelábamos realizar. Eso, he hecho, hice, y haré, la próxima vez que
me escuche silbar, y la próxima vez que me vea perderme en su vista.
Y así como he hecho, ha hecho, y así como ha hecho, hacemos,
hicimos y haremos, una y otra vez. Muchas veces, lo que nos hace reír, y
molestar, y querer halarnos del cabello y besarnos y perdernos y demás. Y así
como hacemos cosas que no hacen los demás, o nos decimos cosas que los demás no
se dicen, usamos el verbo hacer para hacer lo que nos da la gana, una y otra
vez, salga bien, o salga mal. Termine en rasguños y golpes o besos y caricias.
Y así, como hicimos, nos vemos, y en esas miradas, nos vamos. Nos volvemos
ciegos en cuartos oscuros, buscando nuestros brazos para no perdernos, y
juntando nuestros cuerpos por si la oscuridad se vuelve nuestra, en vez de
nosotros, de nosotros. Así como nos hemos visto en la oscuridad, así nos
veremos la próxima vez que silbe en la puerta de su casa y me pida entrar. Y en
ese entrar, deje miles y unas de sonrisas para acercarme a su sonrisa y
perderme en su cantar.
Y hablando de canciones y cantores, le quiero contar que la
quiero cantar en sus sabanas, y su cama, mientras me pierdo más en su mirada, y
en su cuerpo de hada, mientras cantamos canciones de cantores ocultos en la
lujuria y la pasión enamorada en la caricia de unos rayos, besos de mayo y
versos de mis labios. Despacio, poco a poco, con mi cansada y triste voz, que
no descansa cuando de placeres se trata, y cuando de sus besos se trata. O del
deseo de sus manos y mis manos se trata, y se pinta, entre los lienzos de su
espalda, y las marcas de mis mordidas en su tersa piel color caramelo.
Hay tanto que contar, cantar, hacer, y decir, pero no me
sobra el tiempo, porque me toca silbar en su puerta, esta noche. Y tal vez, en
la mañana también.
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