jueves, 2 de mayo de 2013

Hoy no quiero ser perfecto.

Hace bastante que me considero perfecto, y no pido disculpas a los lectores religiosos que dicen y viven por el ‘solo dios es perfecto’. No me disculpo, y no lamento sentirme y considerarme de esa manera. He vivido unos cuantos años basándome mayoritariamente en mis grandezas e ignorando mis ‘defectos’ como los llaman algunas personas, que yo llamo ‘perfecciones imperfectas’.
Pero hoy, esta noche, no quiero ser perfecto. Lo digo en el aspecto de mis talentos.
No quiero que esta noche me importe tomar la guitarra y tocar un acorde, y que suene desacorde a lo que pensaba tocar, sino, llamar a lo simple de la nota que toco y que aunque no concuerde con lo que quise, suene y suene y se repita y se repita hasta que suene bien y como debía ser. Y que la voz, aunque siempre desafinada, encuentre su afinación en la desharmónica de mi guitarra y mi canción. Es mucha paciencia de mi parte, que nunca he soportado llegar por partes a las cosas que quiero lograr.
Esta noche intenté dibujar, y me salió un trazo que no debía salir en el papel. Lo dejé pasar, como no debía ser, y me perdí en líneas velludas y descoloridas, que recorrerían un lienzo color blanco y se perderían en el desaparecer de la hoja y en los límites de una imaginación bloqueada y nada creativa a estas alturas. Que por lo que me han dicho, ha envejecido significativamente, pero, que aunque me importa haber perdido ese toque, no he dejado de pintar y tocar.
Pero, principalmente pienso que esta noche no quiero ser perfecto porque la última vez que me pidieron unas palabras, me quedé mudo, y pensando y pensando en qué decir, para al final no decir nada. Y mis manos cansadas de trazarse en el papel, no escribieron nada para aportar a mi canción, luego de tanto acorde y dibujo, no pude seguir con lo que tanto he querido ser. Y pienso que fue por seguir siendo perfecto. Y, como sé que estoy en lo correcto, hoy dejaré de serlo, por lo que queda de la luna en el cielo y del canto en las bocinas de mi habitación.
Dejaré a un lado la perfección que tanto he llevado, desde mis olores a mis colores e incluso en las palabras que digo, escribo, canto y respondo. O en mis acciones desmesuradas que, sin importar qué, para mí han sido perfectas, y no me arrepiento más que de unas dos o tres, que sobrepasaron los límites de mi percepción, haciendo caer mi perfección en pozos sin fondos que sino hasta esta noche, perfecta, pude volver a levantar de esa profundidad, para que mi sonrisa perfectamente imperfecta, pudiera sonreír entre sus labios.
Dejaré de ser perfecto esta noche, para poder decir palabras tontas y simples, y poder escribir con paciencia, sin buscar la complacer con una rima, o deleitar los ojos de las personas que no me importan, simplemente, escribir por el placer de sentirme feliz. Dejaré de ser perfecto esta noche, porque ser perfecto no es fácil, o al menos, esta noche, sentirse perfecto no lo es.
¿Notas que intentando dejar de ser perfecto me salen las palabras perfectas de las manos? Porque yo sí lo noté, y no me voy a disculpar con los religiosos por mi perfección.

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