Él viene corriendo, sino caminando a prisa. Va en el camino
de la golondrina que se posa en las ramas, junto a los claveles blancos y sus
matices, o a las rosas rojas, que no tienen espinas ni raíces. De sus manos se
escapa la sal, se pierde con la brisa.
Ellos no quieren que duermas ni descanses, pues sólo han
venido a verte cantar y bailar. Tú no, él no, y aquél tampoco, pero sí ella,
él, aquél y cualquiera. No eres la estrella, eres un don nadie, eres sólo un
hombre en trance, que no está hecho para brillar.
Si ella te escucha cantar, bailará sin su vestido o con mi
camisa. Desde el atardecer hasta que anochezca, luego dormirá en la cama, sin
sabanas ni ropajes, para que podamos jugar a que el tiempo no pasa. Con
nuestros corazones, sin latidos ni sangre.
Luego te diste cuenta de que las aves no vuelan por el
viento, y tampoco por sus aleteos. Que nuestros corazones no tienen sístole,
van sin diástole, que nuestras mentes están vacías y nuestros cuerpos sin
extremidades juegan mejor a la pasión que tú.
Y al final del rato, ellos sólo han venido porque les hemos
contado, no porque los tengas enamorados. Eres sólo un mono que baila por
comida, y un mísero leñador que pide deseos a un camarón encantado. Prefiero
ahorrar mis palabras y decirte, tu mujer sigue dormida.
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