jueves, 14 de junio de 2012

Un poema sin destinantario: ¿Que más quieres que te diga?


Él viene corriendo, sino caminando a prisa. Va en el camino de la golondrina que se posa en las ramas, junto a los claveles blancos y sus matices, o a las rosas rojas, que no tienen espinas ni raíces. De sus manos se escapa la sal, se pierde con la brisa.
Ellos no quieren que duermas ni descanses, pues sólo han venido a verte cantar y bailar. Tú no, él no, y aquél tampoco, pero sí ella, él, aquél y cualquiera. No eres la estrella, eres un don nadie, eres sólo un hombre en trance, que no está hecho para brillar.
Si ella te escucha cantar, bailará sin su vestido o con mi camisa. Desde el atardecer hasta que anochezca, luego dormirá en la cama, sin sabanas ni ropajes, para que podamos jugar a que el tiempo no pasa. Con nuestros corazones, sin latidos ni sangre.
Luego te diste cuenta de que las aves no vuelan por el viento, y tampoco por sus aleteos. Que nuestros corazones no tienen sístole, van sin diástole, que nuestras mentes están vacías y nuestros cuerpos sin extremidades juegan mejor a la pasión que tú.
Y al final del rato, ellos sólo han venido porque les hemos contado, no porque los tengas enamorados. Eres sólo un mono que baila por comida, y un mísero leñador que pide deseos a un camarón encantado. Prefiero ahorrar mis palabras y decirte, tu mujer sigue dormida.

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