Mordidas. Placer. Tus manos halando mis cabellos mientras yo
devoro tu cuerpo. Un encuentro carnal, donde nuestras mentes son terceras y
cuartas, y lo único que hacen es ocupar espacio entre el nosotros dos y nuestro
escenario, en el que somos más que participantes y actores, además de ser directores
y escritores. Que cuando jugamos al escenario diriges mi actuación y mi guion.
Quisiera decir más de nuestro escenario, pero prefiero decir tu cuerpo a
mordidas porque las palabras sobran en el plato que soporta a mi comida, que es
también mi terreno de juego y mi vida.
Una risa. Un suspiro. Sorpresa. Somos más que menos en el
mundo. Somos más que el mundo, somos el mundo. Somos todo lo que todos quieren
ser porque tenemos nuestros cuerpos amarrados a nuestros pensamientos, o eso es
lo que nos damos a entender en cada palabra y cada verso. En cada grito de
placer escondido en un jadeo interminable. En cada encuentro que tenemos en
este escenario de delirios de grandeza y deberes de complacer. Tal vez exagero
cuando digo que soy soldado de ti, pero, una mentira blanca en un sitio alto no
hace que nada de la estructura caiga.
Nuestra estructura. Ese pilar. Ese teatro. Nuestro
escenario. Nuestro escenario será ese sitio en el que a mordidas y besos se
caiga el mundo y los aplausos dejen de sonar, porque aunque sabemos actuar no
queremos mentir. Cuando me encuentro a tu cuerpo en ese posar que hace que mi
respiración deje de ser deber y se vuelva un camino hacia tu paisaje de mares y
montañas, y Luna y estrellas, me siento lleno de todo lo que me falta o lo que
creo que se ausencia en mi ser, que eres tú, o que es el placer de ti y que
solo sé recibir por ti y por ningún otro ser. Porque está demás decir que
alguien más sabe lo que sabes, y eso lo sé.
Dejando claro el deber ser, y el ser estar, que no es lo
mismo, ni cerca, ni está demás, digo que aunque no sea un enmascarado de
profesión, por no decir actor, digo que eres mi escenario, mi suelo donde sé hacer
lo que hago, mí maquina de escribir, mi mar. Mi Montecarlo, donde me encuentro
con la fama y los famosos, que intentan quitarme mi profesión, que es amar lo
que hago y que lo hago por ti. Que es amarte como no sé amar algo más. Que es
perder y ganar y seguir enamorado de la estructura que eres y que he creado,
que hemos creado y que por nosotros es. Que es lo que me ha hecho ser, estar, y
amar.
No puedo parafrasear, más, prefiero seguir dando vueltas y
que sepan que amo, y que al llegar al fondo sepan a quién y le den un porqué.
Porque no quiero que alguien más que ese ser tenga el porqué de amar ese
escenario y esa máquina de escribir y esa barca y ese mar que la acompaña
reflejando a la Luna en su espejo confidente y delator y que le de esas baladas
y esas máscaras de Luna menguante que se va luego del anochecer y la noche y se
vuelven el sol y el amanecer de mi comprensión, como dice ese cantautor
Mexicano de apellido flaco y delgado, que está demás mencionar, pero que me
ayuda a dejar de callar que le amo y que me detiene la respiración.
No quiero seguirte contando, pero quiero que me sigas
mientras yo sigo parado en mi escenario, con mi audiencia hermosa que, es ella en mis toques y acordes de noviembre
y diciembre, que en mis canciones no buscan más que robar sus sonrisas y sus
lágrimas de felicidad y que sé que algún día encontraré, como me he encontrado
a mí por ella y como la he encontrado a ella por mí. Y para amarle más sólo
puedo decirte que, hola, y pedirte que le digas que la amo, de ante mano, no
vaya a ser que llegue tarde al escenario.