Yo paso, he pasado, sigo pasando y aquí me encuentro,
sentado pensando en qué contarte o decirte y aun así nada sale de mí. Me cuesta
creer la paciencia que me tienes, así como me cuesta entender que las cosas
pasan porque deben pasar, y que las cosas son como son y no como deben ser.
Esto que me está pasando tiene un porqué de ser muy justificado, a pesar de que
mi mente tiene tantas palabras tatuadas y mi cuerpo tantas experiencias
vividas. Esto que me pasa es lo que todos los que hacemos lo que yo hago
tememos hasta que se nos pasa.
Todos los que pasamos por esto pensamos que tenemos que
pasar horas pensando para poder fluir con la corriente y el río de las palabras
cotidianas, cuando en realidad solo hay que montarse en esa balsa que va por el
río y no meternos en él. Muchos no sabemos nadar y otros nadan como peces, pero
eso no importa porque pez que lucha contra la corriente, se lo lleva la fuerza
del río. En este caso, luchar contra el bloqueo mental, o artístico, lo que me
hará será bloquearme más, por otros meses más, como aquella temporada que viví
de noviembre a diciembre en la que mi amante era mi mente y se negaba a
llenarme de placer.
Tantas cosas pasan y no hay nada que contarnos. Podríamos
contarnos más sobre nosotros mismos, no para conocernos mejor, sino para
formarnos como personas entre tú y yo, y hasta luego después pudiésemos tener
una relación más que de emisor-receptor y volvernos amantes. No te lo propongo
porque de proponerte algo te pediría que me ayudaras, sería justo, pero mejor
sería proponerte nada. Al final ¿Qué eres, quién eres, qué quieres y qué
esperas? Yo lo que estoy esperando es que nos cansemos de lo que no nos pasa y
que hagamos de lo que nos pasa una historia que contar.
Es mejor así, suele serlo al menos. Lo mejor que podría
pasarme ahora es no estar en estas palabras, sino en una cama. No durmiendo,
sino conociendo el cuerpo de mi amante. Esa mujer que nos vuelve locos a todos.
Esa que decimos querer y desear hasta el no poder más. Esa que nos hace pensar
dos veces y esa a la que dedicamos cada espacio que el tiempo ocupa entre
nosotros y nuestras piernas. Esa a la que gritamos todas las noches, y de la
que todos tenemos una en particular. Ella, pues, y ya.
Difícil cosa que es no pensar en qué piensa esa persona en
la que pensamos. Nunca lo sabremos, pero podremos comprar su pensamiento con un
beso, o saciar nuestra sed de pasión con su armonía corporal. Es lo menos que
podemos hacer por nosotros mismos al dedicarnos tanto tiempo pensando en esa
persona. Y ese será nuestro cuento de nunca acabar, nuestro paseo por las
orillas del río, nuestro bloqueo cotidiano, artístico o mental. Pensar en una
persona todo el día de todos los días. Es hermoso saber que en centro de tu
pensamiento está sentada la mujer a la que le dedicas todo lo que dices, y es
hermoso saber que está sentada en tu mente, como a ti te guste más. Es
increíble el poder del pensamiento, pero es más increíble lo poderosa que es la
imagen de una mujer desnuda en tu mente. Tan poderosa, que puede bloquear tu
mente, y volverse tu arte.
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