lunes, 19 de noviembre de 2012

Reflexión: Desnuda en mi mente.

 Pasan las horas, los días, los momentos, la gente, el tiempo y demás. Las vivencias y convivencias, los cigarrillos y las bebidas, el café y las historias de cama erótica de muchas personas frente a mí. Pasan las historias sexuales de camas y sillones en mi mente, y las que he vivido que me guardo para mí. Pasan un montón de cosas entre los árboles y las piernas de algunas mujeres, como si fuesen caravanas de hormigas, de muchas hormigas. Tantas cosas pasan pero lo que no pasa es ese lapso de tiempo entre palabra y palabra que siempre termina siendo de horas y horas y hasta semanas.
 Yo paso, he pasado, sigo pasando y aquí me encuentro, sentado pensando en qué contarte o decirte y aun así nada sale de mí. Me cuesta creer la paciencia que me tienes, así como me cuesta entender que las cosas pasan porque deben pasar, y que las cosas son como son y no como deben ser. Esto que me está pasando tiene un porqué de ser muy justificado, a pesar de que mi mente tiene tantas palabras tatuadas y mi cuerpo tantas experiencias vividas. Esto que me pasa es lo que todos los que hacemos lo que yo hago tememos hasta que se nos pasa.
 Todos los que pasamos por esto pensamos que tenemos que pasar horas pensando para poder fluir con la corriente y el río de las palabras cotidianas, cuando en realidad solo hay que montarse en esa balsa que va por el río y no meternos en él. Muchos no sabemos nadar y otros nadan como peces, pero eso no importa porque pez que lucha contra la corriente, se lo lleva la fuerza del río. En este caso, luchar contra el bloqueo mental, o artístico, lo que me hará será bloquearme más, por otros meses más, como aquella temporada que viví de noviembre a diciembre en la que mi amante era mi mente y se negaba a llenarme de placer.
 Tantas cosas pasan y no hay nada que contarnos. Podríamos contarnos más sobre nosotros mismos, no para conocernos mejor, sino para formarnos como personas entre tú y yo, y hasta luego después pudiésemos tener una relación más que de emisor-receptor y volvernos amantes. No te lo propongo porque de proponerte algo te pediría que me ayudaras, sería justo, pero mejor sería proponerte nada. Al final ¿Qué eres, quién eres, qué quieres y qué esperas? Yo lo que estoy esperando es que nos cansemos de lo que no nos pasa y que hagamos de lo que nos pasa una historia que contar.
 Es mejor así, suele serlo al menos. Lo mejor que podría pasarme ahora es no estar en estas palabras, sino en una cama. No durmiendo, sino conociendo el cuerpo de mi amante. Esa mujer que nos vuelve locos a todos. Esa que decimos querer y desear hasta el no poder más. Esa que nos hace pensar dos veces y esa a la que dedicamos cada espacio que el tiempo ocupa entre nosotros y nuestras piernas. Esa a la que gritamos todas las noches, y de la que todos tenemos una en particular. Ella, pues, y ya.
 Difícil cosa que es no pensar en qué piensa esa persona en la que pensamos. Nunca lo sabremos, pero podremos comprar su pensamiento con un beso, o saciar nuestra sed de pasión con su armonía corporal. Es lo menos que podemos hacer por nosotros mismos al dedicarnos tanto tiempo pensando en esa persona. Y ese será nuestro cuento de nunca acabar, nuestro paseo por las orillas del río, nuestro bloqueo cotidiano, artístico o mental. Pensar en una persona todo el día de todos los días. Es hermoso saber que en centro de tu pensamiento está sentada la mujer a la que le dedicas todo lo que dices, y es hermoso saber que está sentada en tu mente, como a ti te guste más. Es increíble el poder del pensamiento, pero es más increíble lo poderosa que es la imagen de una mujer desnuda en tu mente. Tan poderosa, que puede bloquear tu mente, y volverse tu arte.

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