Hoy no sé qué pensar. Desperté de una manera tan poco normal
que puedo asegurar que la falta del sueño se come mi cerebro. Desperté buscando
en mi agenda unas palabras, por veinte minutos estuve buscando hasta que
reaccioné, no tengo una agenda escrita, por lo tanto las palabras que buscaba
no existen. No existieron, no existen, y no existirán. Lo tengo por seguro,
porque era ficción. Era sólo otra jugada que me hacía la vida en contra de mis
viajes oníricos.
Hoy estuve pensando en la falta de sueño. En que desperté a
las 3 am, busqué en un sinfín de hojas algo que me hiciera creer que más allá
de todo, hay algo. Luego de no encontrar, traté de dormir. Me asedió el hambre,
tan bestialmente, tan asesina, tan real. Desperté sólo una hora después de mi
travesía en la vigilia. Sentía el cansancio, sentía el hambre, sentía todo lo
que pasaba a mí alrededor. Luego de
saciar mi sed de llenura, dormí otra vez, o eso me hacen creer.
Desperté al romper la mañana. Con mis ojeras colgando hasta
mis labios, con mis ganas de seguir durmiendo, con mi vida en un brazo y mi mente
en el otro. Puse ropajes en mi cuerpo y salí de mi alcoba. Saludé con la
hipocresía matutina a mi madre, salí de mi casa y me monté en mi camino. Miraba
la vida pasar por la ventana, pensaba que podía estar mejor. No puedo estar
mejor, ya este es mi cien porciento. ¿Qué me depara el futuro? Nada, al pensar,
nada te traerá el futuro.
Seguí mi camino con mi corazón en la mano. Entre a mi
recinto y cambié mi sentir por un cigarrillo. Llegué a la cima de mi obligación
con mis ojos desorbitados. Presenté mis ideas ante el jurado de una sola
persona, para ser rechazado sin importancia alguna. Seguí caminando con el
cigarrillo de acompañante. Pedí a gritos al cielo una razón de vivir, no
respondió. No me importó, seguí caminando. Perdí mil horas de sueño en minutos
de vida, y no importa, yo sigo aquí, con mis ojeras.
Al llegar a mi altar y saludar a mis paredes, leí tus cartas
y tus problemas, que a pesar de que están fuera de mi circulo, no puedo
adentrarlos más. No puedo creer hasta donde fuiste capaz de llegar sólo por un
antojo. Poner en riesgo una vida es algo grave, pero ponerte en riesgo a ti es
algo de otra escala, tan grande que las palabras que lanza cuando me tocan, me
duelen. He bebido tanto tus deseos, tus miedos, tus problemas, que me siento
parte de ti. Y quién sabe qué, tal vez esté tan dentro de ti que no te des
cuenta. Qué vida la mía, qué vida la mía.
No quiero seguir despierto, tantas sensaciones en un solo
cuerpo. Tanto llanto por dentro, tantas navajas en los pulmones. Tantos latidos
inservibles de dos corazones. Uno abatido por la desdicha, y aun latiendo en su
sangrado, y el otro en la lucha de la muerte, de color negro, acabado. Hoy no
sé en qué pensar, no sé si deba hacerlo. Pensar es tan tóxico últimamente que
no puedo creer los colores que veo en el cielo. Debe ser la falta del sueño, ya
son 25 horas sin dormir.